Un Kamikaze gringo
Los soldados japoneses no tienen reparo en
morir. Se les instruye desde jóvenes que sus vidas no son trascendentales; lo
que importa es servir a la nación. Esta manera de pensar los convierte en
enemigos feroces y sumamente difíciles de vencer. Los gringos son un tanto
distintos. No tienen reparo en matar.
Durante la Segunda Guerra Mundial, más
específicamente durante los enfrentamientos de los Estados Unidos contra Japón,
existió un héroe que en un principio no parecía tener el valor suficiente para
ir a la guerra. Desmond Doss (Andrew Garfield) fue un hombre que a pesar de las
circunstancias, nunca dejó de lado sus creencias más profundas. Al contrario
que la gran mayoría de los hombres de su época, él se enlistó para salvar
vidas, no para quitarlas.
Por mucho tiempo, fue el hazmerreír de su
pelotón. Sus superiores le recomendaban que desistiera. Incluso fue golpeado
por sus propios compañeros para obligarlo a desertar. Pero él sabía exactamente
lo que tenía que hacer.
Hasta el último hombre, un filme de Mel
Gibson, nos muestra un lado desconocido del soldado: un lado humano y
compasivo, tan lleno de vida que está dispuesto a perderla por servir a su país
y a su dios. Basada en una historia de la vida real, esta película muestra una
luz de esperanza en tiempos oscuros; aunque es extremadamente gráfica y cruda,
hasta el punto de llevar al espectador al límite de sus nervios, el
protagonista no lo deja perder la fe en ningún momento.
En pocas palabras, Desmond Doss fue un Kamikaze
verdadero, dispuesto a morir, pero nunca a matar - prácticamente un loco- que
le dio la vuelta a las circunstancias y, a pesar de ellas, le mostró al mundo
que era el único cuerdo de todos.

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